Trabajar como un cástor, o más bien, Work like a beaver es una de esas expresiones norteamericanas que cuentan algo verdaderamente importante, y que podría ser el principio de una gran solución para frenar el cambio climático.
Tanto es así que el pasado mes de noviembre de 2022, los castores llegaron a la cumbre del clima de Egipto. Y lo hicieron en boca de científicos y conservacionistas que, convencidos de que recuperar la especie traerá numerosos beneficios para luchar contra el calentamiento global, impulsaron la hoja de ruta que presentaba la Casa Blanca, en la que se incluía un programa de recuperación del castor.
Las presas son su especialidad. Talan los árboles y las ramas con sus dientes, le dan el tamaño y grosor adecuado y utilizan hierba, piedras y barro para reforzar las estructuras. Lo hacen para protegerse de los depredadores sin saber que, al parar el flujo del agua, taponando ríos o arroyos, contribuyen a recargar acuíferos, filtrar la contaminación, atenuar las inundaciones y almacenar carbono.
Esto último, lo demostraba una investigación finlandesa publicada en 2018, que explica que los castores renuevan sus construcciones cada cierto tiempo, entre 3 y 5 años, y que, cuando lo hacen, el volumen de agua aumenta o disminuye en los lugares donde viven, lo que da lugar al nacimiento de nuevos hábitats. Este cambio en los ecosistemas provoca variaciones en él en el balance del dióxido de carbono. Las estimaciones señalan que los embalses pueden secuestrar hasta 470.000 toneladas del gas al año o liberar hasta 820.000.
Además, las presas construidas por los castores sirven de refugio y zona de cría para multitud de especies, por lo que, estas construcciones naturales sirven también para multiplicar la biodiversidad.
Por otra parte, se ha demostrado que los castores tienen una habilidad especial para sobrevivir a los incendios. Así, tras estudiar con detalle algunas zonas quemadas, se descubrió que aquellas zonas en las que no estaba presente este roedor, el impacto de los incendios era tres veces más grande que en las zonas con presas de castores.
Al borde de la desaparición
Antes de la llegada de los europeos eran entre 100 y 400 millones los castores que habitaban Norteamérica, sin embargo, el auge de la moda con pieles acabó con gran parte de la especie en el país. Hoy apenas sobrevive un 10% de la población original. De hecho, la persecución continuó más allá del siglo XV: en 2021, el Gobierno federal mató a tiros un total de 24.687 castores. Porque para muchos, estos pequeños animales siguen siendo una plaga caótica.
Aunque no solo allí, en América, se cazaba a los castores para fabricar sombreros de fieltro. En España, la especie desapareció en el siglo XVIII o XIX.
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