Hace ya mucho tiempo que la ropa dejó de ser un simple elemento de protección para convertirse en un reflejo de nuestra identidad y cultura.
A finales del siglo XX vivimos la expansión de la fast fashion, un modelo de fabricación de prendas en grandes cantidades y a la mayor velocidad posible que permite lanzar nuevas colecciones en tiempo récord. No es de extrañar que, en tan solo 25 años, la producción mundial de ropa se haya duplicado hasta alcanzar los 100 millones de toneladas anuales.
Movidos por la facilidad de compra, adquirimos un 60% más de ropa que hace una década, pero, paradójicamente, la utilizamos menos que nunca. De hecho, el uso medio de cada prenda ha disminuido un 36% en los últimos quince años. Solo en España, casi un millón de toneladas de ropa va a parar a vertederos cada año.
Una de las consecuencias de esta forma de producción es que la industria de la moda se ha convertido en la segunda mayor contaminante del mundo según los últimos informes la ONU. Producir una sola camiseta de algodón consume unos 2.700 litros de agua, tres cuartas partes de las cuales terminan convertidas en una mezcla de colorantes sintéticos, metales pesados y otros compuestos tóxicos. Por eso la industria textil es responsable de un 20% de la contaminación mundial de agua potable.
La biotecnología ofrece alternativas para crear una moda más respetuosa con el medio ambiente utilizando microorganismos capaces de descontaminar las aguas y producir nuevos materiales sostenibles.
Microorganismos que limpian el agua
Muchos microorganismos, incluidos bacterias, microalgas y hongos, pueden transformar compuestos contaminantes en sustancias no peligrosas. La comunidad científica, conocedora de su potencial, lleva tiempo investigando su aplicación para descontaminar ambientes dañados por la actividad humana. A estos procesos se les conoce como biorremediación. Uno de los más sonados y exitosos fue la limpieza del desastre del Prestige, que utilizó bacterias que se alimentan de petróleo.
De forma similar, los microorganismos pueden ser unos aliados excepcionales para mitigar el impacto producido por la fabricación de ropa. Los colorantes sintéticos y los compuestos ‘fijadores’ están diseñados para resistir el efecto de la luz, los lavados y la oxidación para perdurar en los tejidos. Sin embargo, esto también dificulta enormemente su eliminación de las aguas contaminadas.
Actualmente, muchos grupos de investigación profundizan en el potencial de la biorremediación para descontaminar las aguas afectadas por los desechos de la industria textil. De hecho, ya se han aislado gran cantidad de microorganismos que son capaces de degradar los colorantes azoicos, la mayoría de ellos prohibidos en la Unión Europea por su potencial cancerígeno. Ahora, se investiga en el diseño de consorcios microbianos, asociaciones de distintas especies que permiten a los microorganismos que las integran degradar distintos compuestos tóxicos de la forma más eficiente. Esto se está probando, por ejemplo, mediante el uso de consorcios de microalgas y bacterias.
Las enzimas que fabrican tus vaqueros desgastados
Los microorganismos, especialmente las bacterias y los hongos, pueden producir multitud de enzimas: moléculas encargadas de que se lleven a cabo todo tipo de reacciones químicas. En la actualidad, sabemos cómo purificarlas y caracterizarlas, lo que nos ha permitido aplicarlas en muchas industrias, como la fabricación de queso o la producción de medicamentos y detergentes. En la fabricación de ropa, cumplen un papel fundamental al sustituir compuestos químicos mucho más costosos y contaminantes.
¿Sabes cómo se fabrican los vaqueros desgastados? Originariamente, se utilizaba la técnica del ‘lavado a la piedra’ (del inglés stonewhashing). Para conseguirlo, las prendas recién teñidas se introducían en grandes tambores rotatorios junto con piedras pómez que rompían las fibras. Sin embargo, pronto se hizo patente que este proceso era ineficiente y poco controlable. Por ello, a finales de los 80 comenzó a emplearse el ‘biostoning’, una técnica que emplea enzimas para destruir las fibras de celulosa (el componente básico de los vaqueros) de forma suave y controlada. Las enzimas no son simplemente más eficientes: al ser biodegradables y reutilizables, también hacen que el proceso sea mucho más ecológico.
Desde entonces, el uso de enzimas en la industria textil no ha hecho más que crecer y se ha extendido a otros procesos, como la eliminación de las grasas de las materias primas o el blanqueamiento de los tejidos.
Pigmentos y textiles naturales
Los microorganismos también producen pigmentos naturales que, en comparación con los colorantes sintéticos, son más fáciles de degradar y fabricar, ya que se cultivan en grandes tanques de fermentación. Todavía nos enfrentamos a múltiples retos que impiden su aplicación industrial, pero los trabajos que demuestran su potencial para fabricar estos pigmentos son cada vez más.
Además, la ingeniería genética nos ofrece multitud de herramientas para diseñar microorganismos ‘a la carta’ que produzcan todo un abanico de colores. De hecho, son ya muchas las cadenas de moda que colaboran en el desarrollo de alternativas a los colorantes sintéticos. Un ejemplo es la start-up neerlandesa Fabolous Fungi, que investiga el uso de los hongos como “fábricas biológicas” de pigmentos.
La biotecnología también está revolucionando la búsqueda de nuevos biomateriales para nuestra ropa. Aunque la mayoría todavía se encuentran en fase de exploración, los proyectos dirigidos a la creación de textiles que sustituyan al algodón (uno de los cultivos con mayor huella hídrica), las fibras sintéticas (ricas en microplásticos) o el cuero, la lana y la seda (de origen animal) están en aumento.
Las setas, muy utilizadas en alimentación, están fascinando tanto en el campo científico como en el diseño de moda. Muchos diseñadores de alta costura ya han recurrido al micelio, la estructura subterránea de los hongos (su cuerpo ‘vegetativo’), como una nueva fuente de fibras naturales que podemos convertir en un material muy similar al cuero animal, impermeable y biodegradable. Bolsos, zapatillas y vestidos de grandes marcas ya se realizan a base de ‘bio-cuero’ de hongos.
Otro ámbito prometedor es el de los residuos alimentarios. ¿Sabías que se desperdician más de 715 millones de toneladas de frutas y verduras cada año? Por eso la ciencia está explorando el desarrollo de fibras textiles a base de deshechos vegetales, como pieles de plátanos, hojas de piñas o cáscaras de cítricos. Todos ellos son ricos en fibras de celulosa que pueden extraerse y procesarse para formar tejidos suaves y resistentes. De este modo, es posible fabricar prendas a la par que le damos una segunda vida a los desechos de la industria alimentaria. Un win-win en toda regla. Y es que, sin duda, la moda del futuro tendrá que incorporar estos y otros muchos otros procesos basados en la biotecnología para ser cada vez más respetuosa con el medio ambiente.
C/ Guillem de Castro 9, 3ª, 46007 - Valencia |
96 351 33 69 |